Durante el Censo realizado el 17 de mayo de 2022, fueron censadas más de 200 personas en situación de calle en el micro y macro centro de la ciudad de Salta, según explicó a los medios de comunicación Ricardo Teyssier, responsable del operativo censal 2022 en Salta.
Actualmente no hay un lugar donde puedan alojarse las personas que no tienen donde vivir. Hasta febrero de 2024, la Municipalidad de Salta, a través de la Secretaría de Desarrollo Humano, ofrecía alojamiento para 25 varones en situación de calle en el refugio municipal, ubicado en Buenos Aires 930, pero el mismo fue cerrado.
El Gobierno Provincial, durante el período invernal, ofrece alojamiento a 16 varones y 6 mujeres en el albergue ubicado en avenida Entre Rios1075.
SITUACIÓN DE CALLE
Se considera que una persona está en “en situación de calle” cuando no puede acceder o conservar un alojamiento adecuado, adaptado a su situación personal, permanente y que proporcione un marco estable de convivencia, sea por razones económicas u otras barreras sociales, o porque presentan dificultades personales para desarrollar una vida autónoma. Ante esta situación, se ven obligadas a pernoctar en el espacio público, en construcciones que no cumplen con los criterios de habitabilidad humana o que no están destinadas a vivienda, en albergues proporcionados por instituciones públicas o privadas de asistencia social o a alojarse en viviendas de amigos o familiares.
En este sentido se hace la diferencia entre la personas “sin techo” y “en situación de calle”, puesto que una persona puede tener un techo bajo el cual dormir (albergue, casa de un amigo, etc.) pero carecer de relaciones sociales y familiares que, en general, se asocian a la noción de hogar. Por lo tanto, son también destinatarios de nuestra acción solidaria, los hermanos que pernoctan en los albergues y refugios de la ciudad.
VIVIR EN LA CALLE

Para las personas en situación de calle que desarrollan su cotidianeidad en un contexto urbano, la ciudad se convierte en un espacio vital, puesto que quienes viven en la calle resignifican el espacio público no sólo “en” y “a través” del mismo, sino también a través de su utilización y su apropiación. A partir del primer momento en que se produce la pérdida del hogar, se genera una fisura entre lo que consideran su vida normal y la actual situación caracterizada por tener que vivir en la calle a diario.
Si bien este proceso no se produce abruptamente, los obliga a tener que aprender a adaptarse a condiciones que nunca imaginaron y, simultáneamente se dan cuenta de que las habilidades adquiridas con anterioridad no responden favorablemente a las nuevas circunstancias.
Durante las primeras semanas de vida en la calle, tienden a aislarse, principalmente por vergüenza y por orgullo. Se siente vergüenza por estar en una situación que ellos no provocaron, pero que se vive de ese modo. Sólo con el transcurrir del tiempo se logra comprender la circunstancia actual y hasta le pueden poner un nombre: “situación de calle”.
Si bien en una primera instancia el único lugar real y habitado para permanecer por más tiempo es el espacio público, la continua exposición los lleva a cuestionarse sobre la falta de pertenencias y lo indigno de no tener la posibilidad de contar con un momento de privacidad. A partir de allí, no solo comienzan a relacionarse con la propia situación, sino que también es preciso encontrar el modo de continuar. Comienzan a utilizar y a concebir el espacio público como si realmente fuera propio y formulan reglas que les impone la misma necesidad de subsistir. A partir de ello, desarrollan distintas prácticas que les permitan responder a sus condiciones actuales: cargar cada una de sus pertenencias, trasladarse de un lugar a otro y proveerse de materiales para dormir. Todas les permiten enfrentar las nuevas condiciones de vida. En este sentido, han sabido hacer de la ciudad una fuente importante de recursos y de protecciones. Si bien estas prácticas les permiten transformar el espacio público a traves de su uso, no garantizan una solución definitiva y a largo plazo a su problema; son funcionales y pragmáticas y se encuentran orientadas a resultados tangibles y observables que responden a la situación actual en tiempos y plazos habituales.
La recurrencia a ciertos lugares elegidos, les permiten el establecimiento y la conservación de relaciones interpersonales que se mantienen o se inician aun teniendo una vida en la calle. Los vecinos, los miembros de organizaciones sociales, en especial los voluntarios, y las relaciones que establecen entre ellos son fundamentales para afrontar las circunstancias presentes. Es marcada la necesidad que tienen de mantener ciertos lazos afectivos, pues éstos les recuerdan que, a pesar de no contar con un hogar ni pertenencias, también son personas con sentimientos, con opinión, con formas de pensar y de sentir.
Muchas veces la contención se halla en los mismos compañeros que se encuentran en la calle, en el grupo, porque aparte de prestarse ayuda mutua, entre ellos se informan sobre los circuitos y los lugares donde brindan desayuno o almuerzo, donde les permiten bañarse y les dan ropa. Progresivamente van descubriendo una red de asistencia que en una primera instancia, les sirve básicamente para no decaer en mayores niveles de angustia y de soledad. A partir de ellos, cuando ya no existen los compromisos laborales, casi toda la jornada es atravesada por los distintos servicios que brindan las instituciones, ya sea de dependencia gubernamental, religiosa o de la sociedad civil. El acceso a la ayuda que brindan las instituciones y la modalidad de trabajo que poseen, llevan a las personas en situación de calle a recorrer largos trayectos a fin de satisfacer sus necesidades inmediatas. Se trata de un circuito de asistencia que, si se sostiene en el tiempo, lo único que logra es estabilizar esa nueva situación que, si bien en un primer momento resuelve muchas necesidades, no produce ningún cambio a mediano ni a largo plazo.
A lo largo de nuestras visitas nocturnas a nuestros hermanos que viven en situación de calle, los voluntarios forjamos vínculos con ellos. Nos hacemos parte de su historia y los hacemos a ellos parte de la nuestra. Lo más importante no es la bandejita de comida que les acercamos, sino el encuentro con alguien que los considera hermano, que los trata como iguales, los hace sentir dignos, los escucha, los respeta, los ama.

CONTROL Y EXPULSIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO
En el espacio público es donde se expresa la diversidad, se promueve el intercambio y se forma la tolerancia. No obstante, la utilización y la apropiación del espacio público urbano por parte de quienes viven en la calle se ecuentra plagada tanto de tensiones y conflictos, como de contradicciones, principalmente porque continúan realizando en los lugares comunes, actividades reservadas al ámbito privado, vale decir, construyen su cotidianidad en la vía pública. Así como el espacio urbano se les presenta nuevo, distinto y ajeno, las personas en situación de calle también han sido artífices de un cambio en la fisonomía de la ciudad.
A esto se le suma el hecho de que la apropiación no es solo simbólica, sino también física, con la recurrencia a ciertos lugares para domrir o para permanecer más tiempo. Aquí es donde se manifiesta claramente el rechazo que produce la presencia de desconocidos o de extraños en el espacio público. La sola presencia de las personas viviendo en las calles de la ciudad cambia la definición de los espacios: las respuestas esta situación son múltiples y, en muchas ocasiones, los sujetos son sometidos a una movilidad forzada y constante como consecuencia de la presión ejercida para que desalojen los lugares.
Así es como muchas ciudades generan modificaciones en el mobiliario urbano (bancos más cortos o separados por apoyabrazos para evitar que se recuesten y duerman en ellos), colocación de rejas en plazas y parques y en pórticos de casas particulares, colocación de cámaras de seguridad, o mayor iluminación de espacios para impedir que duerman allí.
A lo largo del tiempo que llevamos visitando a los hermanos que viven en situación de calle, hemos visto cómo han colocado rejas en varias plazas y en el Parque San Martín, cómo han iluminado la Peatonal Florida, y cómo se han incrementado los recorridos policiales, quienes desalojan a los hermanos que duermen en espacios públicos. Muchas noches nos ha tocado encontrar a los muchachos que duermen en el Parque San Martín, o en la Estación de Trenes, sin ninguna de sus pertenencias, porque la policía les ha quitado los colchones, colchas y sus bolsas con ropa…
Obviamente, desalojar a los hermanos que duermen en la calle de los lugares que utilizan para dormir, no constituyen en absoluto un solución al problema, sino que simplemente lo desplaza a lugares menos visibles para la gente común.

UNA SITUACIÓN QUE NO CAMBIA PERMANENTEMENTE
Las acciones paliativas que llevan a cabo los gobiernos provinciales y municipales, y las organizaciones solidarias, ya sea religiosas o de la sociedad civil, aún sin desearlo, corren el riesgo de perpetuar la permanencia de personas en el espacio público, puesto que la asistencia directa no soluciona los problemas de fondo, sino que sostiene y reproduce la emergencia. Nada se modifica ni se logra si la gente continúa siendo forzada a vivir en las calles; por el contrario, resulta fundamental emprender y proyectar acciones contemplando el mediano y largo plazo.
Es por eso que nuestro servicio se propone como objetivo “acompañar, apoyar y facilitar la promoción integral de personas que se encuentran en situación de calle, ayudándolas a superar esta situación y reinsertarse en la sociedad”, con la intención de provocar un cambio, al menos en algunos hermanos que sea posible ayudar.
Fuentes:
“La calle no es un lugar para vivir”, de Horacio Ávila y Gisella Palleres, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, año 2014
“CUARTO”, Diario de Salta, miércoles 31 de agosto de 2022